Si hay malas palabras: las que se usan mal. Si usted dice silla lo que quiere decir trípode: silla es una mala palabra. Si usted dice hijo de la chingada y lo que quiere decir es "mala persona", pues es mala palabra.
Emilio Carvallido, Tomás Espinosa. La entrevista escena lV:246
Primero que nada debo pedir una disculpa por ausentarme durante tanto tiempo, la razón es válida: El trabajo,como diríamos por acá la chamba ésta dura, la escuela ( si creo que no les conté que por fin tendré mi título en teatro...yuppi! ) y ademas los achaques de salud, me han tenido verdaderamente agobiada. Es que con estas zozobras de la edad, ya uno piensa no es lo mismo los tres mosqueteros, que 20 años después!
La verdad es que no me quejo, estaría muy mal de mi parte hacerlo; por que me confieso la única responsable de todos los líos en los que me he metido. La verdad no puedo culpar al volcán o al clima de ello, eso de querer sacar el título, el doctorado y además seguir en este menester teatral, me ha tenido ocupadísima. Sin contar los estragos que las malditas enfermedades tropicales me han dejado, en fin antes que esto parezca una liturgia de mercado de lagrimas y risas, quería compartirles una reflexión que me dejaron como asignación de una de mis tantos cursos y es sobre la valoración artística, trata sobre la estética. Y que dice así ( no es mi intención parecer cancionero de cantina):
La estética es, en fundamento, un asunto cotidiano en nuestra vida, al cual estamos expuestos en todo momento, seas o no profesional del arte. Ya que afortunadamente el arte es parte de nuestra existencia y se encuentra en cualquier parte, ya sea de manera directa o indirecta. De esta manera utilizamos distintas perspectivas, desde nuestros propios contextos para valorarlas..
Por lo que en mi opinión, esta valoración, a primera instancia comienza informalmente; el ver, oír o sentir una obra artística, es algo que sucede espontáneamente, para después pasar a la parte técnica, lo que se refiere al análisis y valoración de la misma. Cuando voy a un museo, concierto, exposición plástica o fotográfica, representación teatral o de danza, o simplemente leo un libro; lo primero que analizo, es visualmente el “gusto” que me provoque dicha obra, lo segundo lo que me hace “sentir” orgánicamente y lo tercero, si tengo suerte de conocer del tema, los componentes históricos, estructurales, teóricos y técnicos que la conforman. Para llegar al punto final: el juicio de valor, si esta o no, desde mi punto de vista bien realizada o ejecutada.
Podría hablar de mi caso particular, que es el teatro, y de mi experiencia dentro de este arte. He recibido instrucción teórico- práctica como actriz, dramaturga y directora. Por lo que cuando veo un performance multidisciplinarío o una puesta en escena, no me puedo resistir y me remonto a los preceptos aprendidos en la escuela o a las lecciones de vida aprendidas de forma empírica en los escenarios. Los cuales me ayudaron a crear una estrategia personal de valoración.
La utilidad de esta estrategia de valoración la puedo dividir en dos vertientes: La primera es, sin lugar a duda, el placer personal de “llenarme” espiritualmente de estímulos sensoriales y emotivo-cognitivos, para mi enriquecimiento personal, como individuo. El deleite que implica conocer a fondo una obra incrementa mi acervo en el quehacer cotidiano. Y la segunda vertiente tiene que ver con mi quehacer profesional, ya que el gozo personal que implican los estímulos que antes mencioné, también provocan resultados en mi trabajo escénico. La gente que nos dedicamos a este menester al que llamamos teatro, somos sensibles a todo lo que nos rodea y nos “ alimentamos” de imágenes, sonidos, música, letras o cualquier vivencia que tengamos, y entre mas tengamos se traducirá de forma proporcional en la tarea escénica que desarrollemos.
Después de leer el capitulo de Calaf (2000) creo que me falta mucho por aprender a formalizar mi valoración, utilizando a las miradas o perspectivas como una herramienta, para concientizar el transfondo sociológico e iconológicos de las obras y enriquecer mi apreciación y respeto por las mismas, así mismo seguir mejorando mi rendimiento personal y profesional.
¿Qué les parece? ¿Merezco algo de crédito o me dedico a vender churros en la alameda?.
Saludos a todos mis pacientes lectores...